Hay algo podrido dentro de mí. Ha algo irremediablemente putrefacto aquí dentro de mi alma que no me deja hacer lo que quiero hacer. Es algo tan incómodo que nosotros, simples y débiles humanos hacemos algo más grande de lo que es, más limitante, más poderoso. Algo que con tanta facilidad nos impide buscar a esa persona con un simple “hola”, un simple “cómo estás?”, un simple “perdón”, o el más emotivo y justificado “feliz cumpleaños”.
Y sí, sé que prometí (a mí misma y al blog) que este sería prácticamente el único medio por el que diría estas cosas, ya que las varias personas que aún lo leen, son mis confidentes de todos modos, y si alguna vez fuera a ser clara sobre lo que vivo, sin duda ellos serían los primeros en saberlo. Pero carajo, qué desgracia ser simplemente humano, no poder ser robot y apagarse. O poder desactivar ciertas memorias, ciertas emociones, ciertos fracasos.
Hay algo podrido dentro de cada uno de nosotros. Que no nos deja simplemente tomar el teléfono, marcar esos diez sagrados dígitos y arriesgarse a la tortura de encontrarse con un correo de voz, un timbre eterno, o peor, de escuchar la persona que se tiene tanto tiempo que no se escucha, y no saber reaccionar, qué decir, o actuar como un adolescente egoísta, y simplemente colgar. O la peor de las circunstancias, llamar, hablar, y no obtener el resultado que uno quiere. Pero y si uno no sabe qué resultado quiere? Si uno cree que quiere que pase algo, pero al pasar uno se halla en un lugar peor que donde estaba antes de marcar?
... Algo me dice que me esperan muchos Agostos como este :-)
Feliz cumpleaños.